San Silvestre

San Silvestre I (270-335) fue el Papa número 33, que gobernó la Iglesia durante uno de los períodos más trascendentales de su historia: la conversión del emperador Constantino y el fin de las persecuciones. Elegido Papa en 314, su pontificado de 21 años coincidió exactamente con la transformación del cristianismo de religión perseguida a religión oficial del Imperio Romano.

Aunque tradicionalmente se le atribuye el bautismo de Constantino, esto ocurrió realmente en el lecho de muerte del emperador (337) por el obispo arriano Eusebio de Nicomedia. Sin embargo, Silvestre presidió la Iglesia durante la construcción de las grandes basílicas constantinianas (San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano), el Concilio de Nicea (325) y la consolidación institucional del cristianismo imperial. Su pontificado marca el paso de la Iglesia de las catacumbas a la Iglesia de las basílicas. Es símbolo de la victoria final del cristianismo sobre el paganismo romano.

Silvestre gobernó durante la revolución constantiniana que cambió para siempre la historia del cristianismo y de Occidente. Su pontificado abarcó desde el Edicto de Milán (313) hasta la fundación de Constantinopla (330), período de transformación total del Imperio Romano hacia el cristianismo.

Mientras Constantino construía iglesias y favorecía a los cristianos, Silvestre organizaba la nueva realidad eclesial: estructuras administrativas, liturgia pública, relaciones con el poder imperial. Su época vio nacer el cesaropapismo oriental y la autonomía papal occidental. Aunque no participó personalmente en Nicea, su pontificado ratificó las decisiones conciliares que definieron la ortodoxia cristiana. Su muerte en 335 marca el fin de la era apostólica y el nacimiento de la cristiandad medieval. Es el último Papa santo de la época constantiniana.

San Silvestre murió el 31 de diciembre de 335 en Roma, después de 21 años de pontificado que transformaron la Iglesia universal. Su muerte en el último día del año simboliza perfectamente el fin de una era: la Iglesia perseguida daba paso definitivamente a la Iglesia imperial, cerrando el ciclo de los mártires y abriendo el de los confesores.

Su festividad el 31 de diciembre la ha convertido en la "Nochevieja de los santos", celebrándose en muchos países como "San Silvestre" la última noche del año. Esta tradición conecta la celebración civil del año nuevo con la memoria del Papa que presidió el "año nuevo" del cristianismo. Es patrono del año nuevo, de Roma y símbolo de renovación y esperanza. Su ubicación al final del ciclo litúrgico anual lo convierte en puente entre el año que termina y el que comienza, recordando que toda renovación auténtica debe tener fundamento cristiano.