San Pío de Pietrelcina

San Pío de Pietrelcina (1887-1968), conocido como Padre Pío, fue un sacerdote capuchino italiano famoso por sus estigmas y extraordinarios dones místicos. Francesco Forgione nació en una humilde familia campesina y desde niño mostró una intensa vida espiritual. Ingresó a los capuchinos a los 16 años y fue ordenado sacerdote en 1910.

En 1918 recibió los estigmas de Cristo, heridas que sangraron durante 50 años hasta su muerte. Fue un confesor extraordinario que podía leer las almas, tenía el don de la bilocación y realizaba numerosos milagros. Fundó la Casa Sollievo della Sofferenza (Alivio del Sufrimiento), un moderno hospital que sigue siendo referencia mundial. Su vida estuvo marcada por la oración intensa, el sacrificio y un amor profundo por los enfermos y necesitados.

Padre Pío vivió durante una época de grandes transformaciones sociales y religiosas. Su ministerio se desarrolló durante las dos guerras mundiales, cuando Europa vivía profundas crisis espirituales y materiales. Su convento de San Giovanni Rotondo se convirtió en un faro de esperanza para miles de peregrinos que buscaban consuelo espiritual.

Durante décadas enfrentó incomprensión y persecución por parte de algunas autoridades eclesiásticas que desconfiaban de sus fenómenos místicos. Fue investigado repetidamente por el Santo Oficio y llegó a tener prohibido celebrar Misa en público. Sin embargo, su fama de santidad crecía entre el pueblo, y personalidades de todo el mundo acudían a él en busca de consejo espiritual y sanación.

San Pío de Pietrelcina murió el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años, después de una vida de intensa oración y sufrimiento ofrecido por las almas. Sus estigmas desaparecieron milagrosamente después de su muerte, dejando las manos completamente limpias, como signo de que su misión en la tierra había terminado.

Fue beatificado por Juan Pablo II en 1999 y canonizado en 2002, convirtiéndose en uno de los santos más populares del siglo XX. Su festividad se celebra el día de su muerte, cuando entregó su alma a Dios después de celebrar su última Misa. Más de 100,000 personas asistieron a su canonización en la Plaza de San Pedro.