Santa Rosa de Lima

Santa Rosa de Lima, nacida Isabel Flores de Oliva (1586-1617), fue una mística peruana que se convirtió en la primera santa canonizada de América. Hija de una familia de clase media en el virreinato del Perú, desde niña mostró una religiosidad extraordinaria y una belleza física que ella misma mortificaba para evitar pretendientes y dedicarse completamente a Dios.

A los 16 años tomó el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo y transformó una ermita en el jardín de su casa en centro de oración y penitencia. Vivía en constante contemplación mística, experimentando éxtasis, visiones y revelaciones. Practicaba severas penitencias corporales siguiendo el modelo de Santa Catalina de Siena, su gran inspiradora. Durante los últimos años de su vida, su casa se convirtió en lugar de peregrinación donde acudían personas de todas las clases sociales buscando su consejo espiritual y curaciones milagrosas.

Rosa vivió en el virreinato del Perú durante el apogeo del período colonial español, época de intensa evangelización pero también de graves injusticias sociales contra los pueblos indígenas. Lima era entonces una de las ciudades más ricas del mundo por la explotación de la plata de Potosí, pero contrastaba la opulencia de los españoles con la miseria de indios y esclavos africanos.

Su espiritualidad se desarrolló en un ambiente de fervor religioso barroco, influenciado por los grandes místicos españoles como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Rosa representó una síntesis única entre la mística europea y la sensibilidad americana mestiza. Su canonización en 1671 por Clemente X fue un acontecimiento histórico que elevó la dignidad del Nuevo Mundo ante los ojos europeos, demostrando que también en América florecía la santidad. Su ejemplo inspiró el desarrollo de una mística específicamente americana.

Santa Rosa de Lima murió el 24 de agosto de 1617 en Lima, a los 31 años, en la casa de los esposos María de Uzátegui y Gonzalo de la Maza, donde había sido acogida durante su última enfermedad. Sin embargo, su festividad se celebra el 23 de agosto en la mayoría de lugares para evitar coincidir con San Bartolomé.

Fue beatificada en 1668 por Clemente IX y canonizada en 1671 por Clemente X, convirtiéndose en la primera santa del continente americano. Su canonización provocó celebraciones extraordinarias en todo el virreinato peruano y elevó el prestigio espiritual de América. Es patrona de Lima, del Perú, de América Latina, de las Filipinas y de las floristas. Su santuario en Lima recibe más de un millón de peregrinos anuales. La "rosa" se convirtió en símbolo mariano americano gracias a su influencia, y muchas advocaciones de la Virgen en América llevan este nombre.