San Carlos Lwanga y compañeros mártires

San Carlos Lwanga (1860-1886) y sus 21 compañeros mártires fueron jóvenes ugandeses que murieron por su fe cristiana durante la persecución del rey Mwanga II de Buganda. Carlos era jefe de los pajes reales y se había convertido al catolicismo, convirtiéndose en líder y protector de los jóvenes cristianos de la corte. Los mártires incluían tanto católicos como anglicanos, de edades entre 13 y 30 años.

La persecución se desató cuando estos jóvenes se negaron a renunciar a su fe cristiana y a participar en prácticas inmorales exigidas por el rey Mwanga, especialmente la homosexualidad. Carlos Lwanga protegió especialmente a los pajes más jóvenes de los abusos del monarca, enseñándoles el catecismo y bautizando secretamente a algunos. Su martirio se convirtió en símbolo de la pureza cristiana y la resistencia moral ante la corrupción del poder. Fueron quemados vivos en Namugongo el 3 de junio de 1886, cantando himnos y perdonando a sus verdugos.

Los mártires ugandeses vivieron durante la época de la colonización europea de África, cuando el reino de Buganda (actual Uganda) experimentaba la llegada simultánea de misioneros católicos, protestantes y la influencia musulmana. El rey Mwanga II había sucedido a su padre Mutesa I en 1884, heredando un reino en tensión por las influencias religiosas extranjeras.

Inicialmente tolerante con los cristianos, Mwanga cambió de actitud cuando los misioneros y convertidos comenzaron a criticar sus prácticas inmorales y su gobierno despótico. La gota que colmó el vaso fue cuando el primer ministro cristiano Joseph Mukasa Balikuddembe protestó por el asesinato del obispo anglicano James Hannington. La persecución que siguió (1885-1887) fue brutal pero también contraproducente: en lugar de eliminar el cristianismo, lo fortaleció, y Uganda se convirtió en uno de los países más cristianos de África.

San Carlos Lwanga y sus compañeros fueron martirizados el 3 de junio de 1886 en Namugongo, cerca de Kampala. Fueron quemados vivos en una hoguera lenta y cruel, pero mantuvieron su fe y serenidad hasta el final, cantando himnos y orando por sus perseguidores. Carlos tenía apenas 26 años cuando murió.

Fueron beatificados en 1920 por Benedicto XV y canonizados en 1964 por Pablo VI, convirtiéndose en los primeros santos del África subsahariana moderna. Su canonización fue un momento histórico para la Iglesia africana. Pablo VI visitó personalmente Uganda en 1969 para venerar a estos mártires. Son patronos de la juventud católica africana y protectores contra las tentaciones impuras. Su santuario en Namugongo es uno de los principales centros de peregrinación de África.